domingo, 18 de octubre de 2015

AL SERVICIO DE TODOS


"Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron:
– Maestro, queremos que nos hagas el favor que vamos a pedirte.
Él les preguntó:
– ¿Qué queréis que haga por vosotros?
Le dijeron:
– Concédenos que en tu reino glorioso nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Jesús les contestó:
– No sabéis lo que pedís. ¿Acaso podéis beber esa copa amarga que voy a beber yo, y recibir el bautismo que yo voy a recibir?
Ellos contestaron:
– Podemos.
Jesús les dijo:
– Vosotros beberéis esa copa amarga y recibiréis el bautismo que yo voy a recibir, pero el que os sentéis a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo. Les será dado a aquellos para quienes está preparado.
Cuando los otros diez discípulos oyeron todo esto, se enojaron con Santiago y Juan. Pero Jesús los llamó y les dijo:
– Sabéis que entre los paganos hay jefes que creen tener el derecho de gobernar con tiranía a sus súbditos, y sobre estos descargan los grandes el peso de su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que quiera ser grande entre vosotros, que sirva a los demás; y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea esclavo de todos. Porque tampoco el Hijo del hombre ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos."

Mientras Jesús va anunciando poco a poco a sus discípulos el destino que le espera, ellos sueñan con gloria y reconocimientos. Exactamente como nosotros, que lo que deseamos es triunfar en la vida. Jesús nos dice que debemos "beber su cáliz", seguir su camino.
Jesús nos muestra que la verdadera grandeza está en el servicio. Que el mayor es el que más sirve; el que sirve a todos.
El evangelio de hoy es claro y meridiano. Si queremos seguir el camino de Jesús debemos hacer como Él: servir y no buscar ser servidos. A veces interpretamos "beber su cáliz" como un camino de sufrimiento. De lo que se trata es de un camino de servicio. Un camino que será a veces de dificultades y sufrimiento, pero otras de alegría y satisfacción. Pero siempre tendremos la seguridad de que, en todo caso, ese cáliz lo bebemos con Él. Él camina a nuestro lado. Ese es el premio de ser sus seguidores. No la gloria ni el poder, sino la certeza de que Él está con nosotros.
Esas madres junto a un hijo enfermo. Ese esposo junto a una esposa que ya no le reconoce. Esa persona que dedica su vida a atender a los sin techo, a los emigrantes, a los abandonados. Ese misionero que quema su vida en un poblado perdido en la selva o en la sabana... Esos son los verdaderos seguidores de Jesús, aunque que quizá ellos no lo sepan. 




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