domingo, 3 de enero de 2016

SER PALABRA Y LUZ


"En el principio ya existía la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla.
Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió  como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyesen por medio de él. Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio de la luz. La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo.
 Aquel que es la Palabra estaba en el mundo, y aunque Dios había hecho el mundo por medio de él, los que son del mundo no le reconocieron. Vino a su propio mundo, pero los suyos no le recibieron. Pero a quienes le recibieron y creyeron en él les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado.
Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros lleno de amor y de verdad. Y hemos visto su gloria, la gloria que como Hijo único recibió del Padre. Juan dio testimonio de él diciendo: “A este me refería yo cuando dije que el que viene después de mí es más importante que yo, porque existía antes que yo.”
De sus grandes riquezas, todos hemos recibido bendición tras bendición. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, nos lo ha dado a conocer."

El Evangelio de hoy es el mismo del día de Navidad. El prólogo del Evangelio de Juan. Allí dejé ya un comentario. Hoy nos lo podemos aplicar a nosotros. Este texto nos presenta a Jesús como La Palabra y La Luz. Esa Palabra que podemos oír en el silencio. Esa Luz que ilumina nuestras tinieblas.
Si nosotros que remos ser sus discípulos, también debemos ser palabra y luz. Transmitir su Palabra a los demás y ser Luz para los demás. 
La Fe no es algo que queda para nuestra vida personal e íntima. La Fe es esa Palabra y esa Luz compartidas. Y ese es el trabajo de todo verdadero discípulo: compartir la Palabra y la Luz que es Jesús. Y eso se hace amando. Dando nuestra vida por los demás, como la dio Él. Luchando para eliminar de este mundo la mentira. Luchando para iluminarlo y devolverle su belleza primigenia.  




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