domingo, 7 de agosto de 2016

SIEMPRE A PUNTO


"No tengáis miedo, pequeño rebaño, que el Padre, en su bondad, ha decidido daros el reino. Vended lo que tenéis y dad a los necesitados; procuraos bolsas que no envejezcan, riquezas sin fin en el cielo, donde el ladrón no puede entrar ni la polilla destruye. Pues donde esté vuestra riqueza, allí estará también vuestro corazón.
Estad preparados y mantened vuestras lámparas encendidas. Sed como criados que esperan que su amo regrese de una boda, para abrirle la puerta tan pronto como llegue y llame. ¡Dichosos los criados a quienes su amo, al llegar, encuentre despiertos! Os aseguro que los hará sentar a la mesa y se dispondrá a servirles la comida. Dichosos ellos, si los encuentra despiertos aunque llegue a medianoche o de madrugada. Y pensad que si el dueño de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría que se la abrieran para robarle. Estad también vosotros preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperéis. 
Pedro le preguntó:
– Señor, ¿has contado esta parábola sólo para nosotros, o para todos?
 Dijo el Señor:
- ¿Quién es el mayordomo fiel y atento, a quien su amo deja al cargo de la servidumbre para repartirles la comida a su debido tiempo? ¡Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, encuentra cumpliendo con su deber! 44 De verdad os digo que el amo le pondrá al cargo de todos sus bienes. Pero si ese criado, pensando que su amo va a tardar en volver, comienza a maltratar a los demás criados y a las criadas, y se pone a comer, beber y emborracharse,  el día que menos lo espera y a una hora que no sabe llegará su amo y lo castigará. Le condenará a correr la misma suerte que los infieles.
El criado que sabe lo que quiere su amo, pero no está preparado ni le obedece, será castigado con muchos golpes. Pero el criado que por ignorancia hace cosas que merecen castigo, será castigado con menos golpes. A quien mucho se le da, también se le pedirá mucho; a quien mucho se le confía, se le exigirá mucho más."

Hoy, en algunas iglesias se lee un texto más corto. Os invito a meditar el más largo, porque así tiene todo su sentido.
Se trata de la continuación del domingo anterior, en que Jesús nos presentaba al rico necio. En contraposición se dirige hoy a su pequeño rebaño, a la gente sencilla. El rico muere y lo pierde todo. Los sencillos, al contrario, ganan el Reino.
Sigue Jesús pidiéndonos vigilancia, que estemos a punto. Si omitimos los pasajes anteriores, podemos caer en una espiritualidad del miedo. Si no somos perfectos nos condenaremos. No es miedo lo que Jesús quiere transmitir, sino todo lo contrario. No debemos tener miedo si vivimos nuestra vida con plenitud.
Ante las desgracias, la violencia, las injusticias de este mundo, tenemos la tentación de exclamar: ¿dónde está Dios? Jesús nos dice, que somos nosotros los administradores de este mundo. Podemos hacer dos cosas: cumplir nuestro deber, ocuparnos, cada uno desde su lugar, en mejorar este mundo, en luchar contra la injusticia, en dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, acoger al emigrante, o dedicarnos a la buena vida a costa de maltratar a los demás. Son estos segundos los culpables de los males de nuestra sociedad. Son estos los que deben temer. 
Si pertenecemos al pequeño rebaño de los sencillos, de los que viven para los demás, podemos estar seguros de que estamos en las manos de Dios, que nos entrega su Reino.  

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