viernes, 2 de septiembre de 2016

TIEMPO DE ALEGRÍA, TIEMPO DE TRISTEZA


"Le dijeron a Jesús:
– Los seguidores de Juan y los de los fariseos ayunan mucho y hacen muchas oraciones, pero tus discípulos no dejan de comer y beber.
Jesús les contestó:
– ¿Acaso podéis hacer que ayunen los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Ya llegará el momento en que se lleven al novio; cuando llegue ese día, ayunarán.
También les contó esta parábola:
– Nadie corta un trozo de un vestido nuevo para arreglar un vestido viejo. De hacerlo así, echará a perder el vestido nuevo; además el trozo nuevo no quedará bien en el vestido viejo. Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo hace que los odres revienten, y tanto el vino como los odres se pierden. Por eso hay que echar el vino nuevo en odres nuevos. Y nadie que beba vino añejo querrá después beber el nuevo, porque dirá que el añejo es mejor."

El evangelio de hoy puede comentarse desde diferentes puntos de vista. Me centraré en el de la alegría y la tristeza. Aquellos judíos, que habían conocido a Juan Bautista y su vida austera, se extrañaban de que los seguidores de Jesús no llevaran ese tipo de vida. Jesús les habla del "novio". Mientras Él esté con ellos, han de vivir alegres. Cristianismo y alegría deben ir siempre juntos si creemos que Jesús está con nosotros. Ya sabemos aquello de que un santo triste es un triste santo. Y si en nuestra sociedad reina a veces la tristeza, es porque hemos perdido de nuestro lado a Jesús. Es porque nos hemos alejado de Él. Su Palabra es el vino nuevo que debe llenarnos de alegría. Ante nosotros se abre un abanico de posibilidades, de acciones que debemos hacer para conseguir un mundo mejor, la llegada del Reino. Pero eso sólo lo haremos si permanecemos junto a Jesús. Por difíciles que sean los tiempos, con Él nos llega la alegría de ser sus discípulos y de ser hermanos de todos. 

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