sábado, 22 de octubre de 2016

DAR FRUTO


"Por aquel mismo tiempo fueron unos a ver a Jesús, y le contaron lo que Pilato había hecho: sus soldados mataron a unos galileos cuando estaban ofreciendo sacrificios, y la sangre de esos galileos se mezcló con la sangre de los animales que sacrificaban.
Jesús les dijo:
- ¿Pensáis que aquellos galileos murieron así por ser más pecadores que los demás galileos? Os digo que no, y que si vosotros no os volvéis a Dios, también moriréis. ¿O creéis que aquellos dieciocho que murieron cuando la torre de Siloé les cayó encima, eran más culpables que los demás que vivían en Jerusalén? Os digo que no, y que si vosotros no os volvéis a Dios, también moriréis.
Jesús les contó esta parábola:
- Un hombre había plantado una higuera en su viña, pero cuando fue a ver si tenía higos no encontró ninguno. Así que dijo al hombre que cuidaba la viña: ‘Mira, hace tres años que vengo a esta higuera en busca de fruto, pero nunca lo encuentro. Córtala. ¿Para qué ha de ocupar terreno inútilmente?’ Pero el que cuidaba la viña le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año. Cavaré la tierra a su alrededor y le echaré abono. Con eso, tal vez dé fruto; y si no, ya la cortarás."

Los judíos creían que las desgracias ocurrían como castigo a los pecados. El libro de Job intenta desmentirlo. Y aquí lo hace Jesús. El éxito o el fracaso en la vida no dependen de si somos buenos o malo. Es más, muchas veces son los corruptos y deshonestos los que triunfan.
Para Jesús, lo importante es "volverse a Dios". Es decir, convertirse. Y Él espera pacientemente nuestro cambio, como el viñador de la parábola. Pero nosotros nos hemos de dejar cavar, regar, para poder dar fruto. Y este cavar y regar supone, a veces, sufrimiento y dificultades. Porque hemos de convertirnos con obras, no con palabras. Jesús espera que demos frutos.

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