jueves, 2 de febrero de 2017

PRESENTACIÓN DEL SEÑOR


"Cuando se cumplieron los días en que ellos debían purificarse según manda la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Lo hicieron así porque en la ley del Señor está escrito: Todo primer hijo varón será consagrado al Señor. Fueron, pues, a ofrecer en sacrificio lo que manda la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones.
En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo, que adoraba a Dios y esperaba la restauración de Israel. El Espíritu Santo estaba con él  y le había hecho saber que no moriría sin ver antes al Mesías, a quien el Señor había de enviar. Guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al templo. Y cuando los padres del niño Jesús entraban para cumplir con lo dispuesto por la ley, Simeón lo tomó en brazos, y alabó a Dios diciendo:
Ahora, Señor, tu promesa está cumplida:
ya puedes dejar que tu siervo muera en paz .
Porque he visto la salvación
que has comenzado a realizar
ante los ojos de todas las naciones,
la luz que alumbrará a los paganos
y que será la honra de tu pueblo Israel.
El padre y la madre de Jesús estaban admirados de lo que Simeón decía acerca del niño. Simeón les dio su bendición, y dijo a María, la madre de Jesús:
– Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan y muchos se levanten. Será un signo de contradicción  que pondrá al descubierto las intenciones de muchos corazones. Pero todo esto va a ser para ti como una espada que te atraviese el alma.
También estaba allí una profetisa llamada Ana, hija de Penuel, de la tribu de Aser. Era muy anciana. Se había casado siendo muy joven y vivió con su marido siete años; pero hacía ya ochenta y cuatro que había quedado viuda. Nunca salía del templo, sino que servía día y noche al Señor, con ayunos y oraciones. Ana se presentó en aquel mismo momento, y comenzó a dar gracias a Dios y a hablar del niño Jesús a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
Cuando ya habían cumplido con todo lo que dispone la ley del Señor, regresaron a Galilea, a su pueblo de Nazaret. Y el niño crecía y se hacía más fuerte y más sabio, y gozaba del favor de Dios."

Hoy es la festividad de la Presentación del Señor en el Templo y la Purificación de María. En aquellos tiempos el hijo primogénito debía entregarse al Templo y se recuperaba con un sacrificio. La familia de Jesús era humilde y su sacrificio también. También se consideraba que tras el parto la mujer quedaba impura.
En esta presencia de la Sagrada Familia en el Templo, se encuentran con dos personajes: Simeón y Ana. El anciano esperaba la llegada del Mesías y lo reconoce en Jesús. Ya puede morir. Nosotros también buscamos a Jesús. ¿Nuestra alegría es grande como la de Simeón al encontrar a Jesús?
Lo mismo le ocurre a la anciana Ana. No se queda la alegría para ella y habla de Jesús a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
Tras este día empieza lo que se ha llamado la vida oculta de Jesús. Un niño que crece en Nazaret haciéndose cada día más fuerte y más consciente de su misión, hasta que tras el bautismo de Juan en el Jordán, empiece su vida pública.
Jesús fue presentado en el Templo. Hoy se nos presenta en nuestras familias. Que realmente sepamos recibirlo.

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