domingo, 3 de septiembre de 2017

SALVAR LA VIDA


"A partir de entonces, Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, y que los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley le harían sufrir mucho. Les dijo que lo iban a matar, pero que al tercer día resucitaría. Entonces Pedro le llevó aparte y comenzó a reprenderle, diciendo:
– ¡Dios no lo quiera, Señor! ¡Eso no te puede pasar!
Pero Jesús se volvió y dijo a Pedro:
– ¡Apártate de mí, Satanás, pues me pones en peligro de caer! ¡Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres!
Luego Jesús dijo a sus discípulos:
– El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la recobrará. ¿De qué sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida? El Hijo del hombre va a venir con la gloria de su Padre y con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos."

Hasta este momento los discípulos veían en Jesús un triunfador. Sin embargo, Él les anuncia su muerte cruenta. Pedro no puede aceptarlo. Él sigue a un Jesús triunfador, no a un fracasado. Y Jesús nos da todos una lección: si queremos triunfar, si queremos salvar nuestra vida, debemos arriesgarnos. Hay que seguirlo con todas las consecuencias.
Nuestra sociedad no acepta el sufrimiento y su presencia en este mundo es causa de incredulidad para algunos. Un tipo de religión ha "santificado" el sufrimiento, convirtiendo en masoquistas a los creyentes. Jesús, lo que nos dice, es que si queremos vivir con plenitud, debemos arriesgarnos, debemos serle fieles con todas las consecuencias. Esto significa tomar la cruz y seguirle. Tendremos que sufrir o no, pero lo que es seguro, es que no es fácil seguirlo. Muchas veces tendremos que ir a contracorriente de nuestra sociedad.
A nosotros, como a Pedro, nos gusta más triunfar que ser fieles a Jesús. Como Jeremías en la primera lectura queremos dejar de anunciar su Palabra. Pero si de verdad le amamos, esa Palabra será un fuego en nuestro interior, que hará que sigamos anunciándola.
Si queremos salvar nuestra vida, debemos arriesgarnos a perderla.




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