martes, 5 de diciembre de 2017

UN REBROTE EN NUESTRO CORAZÓN


"De ese tronco que es Jesé, sale un retoño;
un retoño brota de sus raíces.
El espíritu del Señor estará continuamente sobre él
y le dará sabiduría, inteligencia,
prudencia, fuerza,
conocimiento y temor del Señor. 
Él no juzgará por la sola apariencia 
ni pronunciará su sentencia fundándose en rumores.
Juzgará con justicia a los débiles
y defenderá los derechos de los pobres del país.
Sus palabras serán como una vara para castigar al violento, 
y con el soplo de su boca hará morir al malvado. 
Siempre irá revestido de justicia y verdad. 
Entonces el lobo y el cordero vivirán en paz, 
el tigre descansará al lado del cabrito,
el becerro y el león crecerán juntos
y se dejarán guiar por un niño pequeño.
La vaca y la osa serán amigas,
y juntas descansarán sus crías.
El león comerá hierba, como el buey.
El niño jugará en el escondrijo de la cobra
y meterá la mano en el nido de la víbora.
En todo mi monte santo 
no habrá quien haga ningún daño,
porque así como el agua llena el mar,
así el conocimiento del Señor llenará todo el país. 
En aquel tiempo
el retoño de esta raíz que es Jesé
se levantará como una señal para los pueblos;
las naciones irán en su busca,
y el sitio en que esté será glorioso."

Vivimos en una sociedad que puede parecernos seca y estéril. Guerras, luchas, gente que huye, hambruna, crisis...Isaías, con su lenguaje poético nos anuncia que de este tronco seco va a salir un retoño. Alguien con la posibilidad de cambiarlo todo y de transformar nuestra sociedad en un mundo de paz y fraternidad. Pero todo esto se quedará en mera poesía si no acogemos a Jesús.
Estos días de Adviento debemos dar un paso más. Ciertamente nuestra sociedad puede ser ese tronco seco; pero Isaías quizá se refiere más bien a nuestro corazón. Los años, las dificultades, los embates de la vida han secado ese corazón que estaba lleno de ilusiones en nuestros primeros años. Adviento nos dice que de él puede brotar un retoño, una nueva vida, que haga que vuelvan a nosotros las ilusiones y que podemos hacerlas realidad. Jesús puede nacer en nuestro corazón. Debe nacer en nuestro corazón; pero para ello tenemos que estar dispuestos a acogerlo. 



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