martes, 30 de enero de 2018

LA FE SENCILLA


"Cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se le reunió mucha gente, y él se quedó en la orilla. Llegó entonces uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, que al ver a Jesús se echó a sus pies  suplicándole con insistencia:
– Mi hija se está muriendo: ven a poner tus manos sobre ella, para que sane y viva.
Jesús fue con él, y mucha gente le acompañaba apretujándose a su alrededor. Entre la multitud había una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con hemorragias. Había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado cuanto tenía sin que le hubiera servido de nada. Al contrario, iba de mal en peor. Esta mujer, al saber lo que se decía de Jesús, se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó la capa. Porque pensaba: “Tan sólo con que toque su capa, quedaré sana.” Al momento se detuvo su hemorragia, y sintió en el cuerpo que ya estaba sanada de su enfermedad. Jesús, dándose cuenta de que había salido de él poder para sanar, se volvió a mirar a la gente y preguntó:
– ¿Quién me ha tocado?
Sus discípulos le dijeron:
– Ves que la gente te oprime por todas partes y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’
Pero Jesús seguía mirando a su alrededor para ver quién le había tocado. Entonces la mujer, temblando de miedo y sabiendo lo que le había sucedido, fue y se arrodilló delante de él, y le contó toda la verdad. Jesús le dijo:
– Hija, por tu fe has sido sanada. Vete tranquila y libre ya de tu enfermedad.
Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegaron unos de casa del jefe de la sinagoga a decirle al padre de la niña:
– Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro?
Pero Jesús, sin hacer caso de ellos, dijo al jefe de la sinagoga:
– No tengas miedo. Cree solamente.
Y sin dejar que nadie le acompañara, aparte de Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, se dirigió a casa del jefe de la sinagoga. Allí, al ver el alboroto y la gente que lloraba y gritaba, entró y les dijo:
– ¿Por qué alborotáis y lloráis de esa manera? La niña no está muerta, sino dormida. 
La gente se burlaba de Jesús, pero él los hizo salir a todos, y tomando al padre, a la madre y a los que le acompañaban, entró donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo:
– Talita, cum (que significa: “Muchacha, a ti te digo: levántate.”) 
Al momento, la muchacha, que tenía doce años, se levantó y echó a andar. Y la gente se quedó muy impresionada. Jesús ordenó severamente que no se lo contaran a nadie, y luego mandó que dieran de comer a la niña."

El evangelio nos da dos ejemplos de fe sencilla. Una mujer rechazada a causa de su enfermedad y Jairo, el jefe de la sinagoga, que se fía de Jesús.
El comentario de Koinonia nos muestra esta Fe.
"Jesús regresa de territorio pagano a territorio de fe. Se encuentra con la humildad de un jefe de Sinagoga que ante la situación de su hija, suplica ayuda. Jesús le pide que tenga fe aunque todo parece perdido pues le anuncian la muerte de su pequeña. Por otro lado, encuentra también en el camino a una mujer con fe silenciosa que sabe que con tocar el manto de Jesús sanará y después con humildad ante la petición de Jesús se descubre ante la multitud como quien ha recibido la salvación. Las dos acciones milagrosas son fruto de la fe sencilla y firme de la hemorroísa y de Jairo. Para nosotros, se convierte en invitación a reconocer que todo el que en la tribulación se acerque a Jesús con esta actitud obtendrá una respuesta favorable. Jesús vuelve a mostrarnos que es el único que nos ofrece la genuina dignidad, la vida verdadera y la paz auténtica y esto lo conseguiremos con el poder de la fe. Aprendamos a desterrar la duda y el orgullo que impiden elevar al Señor nuestra oración."   


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