viernes, 25 de mayo de 2018

SON IGUALES


"Salió Jesús de Cafarnaún y se fue a la región de Judea y a la tierra que está al oriente del Jordán. Allí volvió a reunírsele la gente, y él comenzó de nuevo a enseñar, como tenía por costumbre. Algunos fariseos se acercaron a Jesús, y para tenderle una trampa le preguntaron si al esposo le está permitido separarse de su esposa. Él les contestó:
– ¿Qué os mandó Moisés?
Dijeron:
– Moisés permitió despedir a la esposa entregándole un certificado de separación. 
Entonces Jesús les dijo:
–Moisés os dio ese mandato por lo tercos que sois. Pero en el principio de la creación, Dios los creó hombre y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona. Así que ya no son dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido.
Cuando ya estaban en casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre este asunto. Jesús les dijo:
– El que se separa de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera; y si la mujer deja a su esposo y se casa con otro, también comete adulterio."

En la ley de Moisés los judíos tenían el privilegio de separarse unilateralmente de su mujer. Esto es lo que preguntan los fariseos a Jesús para ponerlo en un dilema. Jesús les responde que lo importante es el amor que les hace dejar su propia familia y les hace ser una sola persona. No hay privilegios; ambos son iguales.
 "Los fariseos no preguntan si es lícito que una esposa repudie a su marido. Eso no podía pasar en una sociedad machista y patriarcal. El único que tenía derecho a repudiar a su mujer era el varón. Como Jesús andaba por los caminos de Galilea en compañía de discípulos varones y discípulas mujeres, los fariseos ya saben que Jesús no sigue las normas de una sociedad machista y desigual. Jesús defiende la dignidad e igualdad de la mujer con respecto al varón. Rechaza la discriminación a que era sometida la mujer y reclama la igualdad del origen cuando Dios creó al ser humano. Toda desigualdad es fruto de la dureza del corazón, del egoísmo de los seres humanos. El Reino de Dios rechaza toda dominación, ni por causas económicas, sociales, políticas o de género. Mucho hemos caminado para lograr esta igualdad, pero mucho nos falta caminar todavía. Miremos nada más la cantidad de feminicidios que se suceden en nuestra sociedad y veremos que la realidad nos exige volver al evangelio de Jesús, día tras día, con más decisión y exigencia."(koinonía)

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